El movimiento de los trabajadores autoconvocados de la salud tuvo éxito por una serie de cuestiones puntuales.
En primer lugar, supo representar de manera precisa el sentimiento y el estado de ánimo de los trabajadores de la salud.
En segunda instancia, supo ejercer la democracia interna: combatió el sectarismo con democracia.
Por otro lado, fue autocrítico y corrigió sus propios errores, a medida que iban apareciendo.
En cuarto término, descartó, en un proceso de discusión, a aquellos que sólo veían fines partidarios o personales en esta lucha. Este debate fue álgido en la Maternidad y en el hospital Avellaneda.
Un tema central: organizarse sindicalmente favoreció la unidad.
El sexto elemento es que se generó una sólida confianza de las bases con los delegados, también de los delegados entre sí.
Otro acierto fue no caer en el juego del "todo o nada". Se negoció adecuadamente.
Finalmente, se logró recuperar la confianza de la población. La sociedad vio reflejada en la lucha de los autoconvocados de la salud sus propias perspectivas de cambio.